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martes, 4 de septiembre de 2018

Pan de harina de carbon vegetal


En 1813, un químico francés llamado Bertrand asombró a los asistentes a una demostración pública cuando se tragó, sin inmutarse, una cucharada de trióxido de arsénico. Se trataba de una dosis suficiente para acabar con la vida no de una, sino de varias personas. Pero al –aparentemente- temerario Bertrand no le pasó nada. Su secreto, que desveló más tarde, era que había añadido carbón vegetal en polvo al arsénico. Había conseguido así neutralizar los efectos del veneno con uno de los mayores absorbentes naturales que existen, usado durante siglos como remedio natural en intoxicaciones y dolencias intestinales.

Hoy en día el carbón vegetal activo añadido a la harina se ha convertido en una absoluta novedad en el mundo gourmet. Porque la harina de carbón vegetal constituye una absoluta revolución, no sólo para hornear, panificar y conseguir efectos decorativos en panes, pastas y pasteles, sino sobre todo para aquellos consumidores que buscan alimentos ricos en sustancias con propiedades funcionales que pueden tener efectos beneficiosos para su salud. En este caso, para tratar y curar molestias intestinales tan habituales entre la población como la distensión abdominal provocada por la acumulación excesiva de gases (meteorismo), la flatulencia, la aerofagia, la hinchazón abdominal, la dispepsia, la gastritis, el reflujo o la acidez.

El carbón vegetal mezclado en la masa seria beneficioso para estos problemas digestivos tan comunes. Durante la digestión retiene los gases que son liberados en el proceso de la fermentación. Además reduce la hinchazón en aquellas personas que sufren intolerancia al gluten.

Pan de molde tintado con polvo de carbón de bambú
Aunque recientemente se ha introducido por los panaderos gourmet, la historia del carbón vegetal activo es muy antigua. Ya en el 1550 antes de Cristo, uno de los tratados médicos más antiguos que existen, y que data del Antiguo Egipto, ya hablaba de su uso para tratar molestias gastrointestinales. Es el Papiro de Ebers, descubierto a finales del siglo XIX entre los restos de una momia en una tumba en Luxor y adquirido por el egiptólogo alemán Georg Ebers, de ahí su nombre. Mucho tiempo después, a partir del siglo XVII, diversos científicos, entre ellos el citado Bertrand, comenzaron a estudiar sus propiedades absorbentes de diversas sustancias.

En la actualidad el carbón vegetal es producido a partir de de la madera de pino o de turba, a las que se somete primero a un proceso de carbonización y luego de activación, al calentarse de nuevo a altas temperaturas esta vez en presencia de vapor de agua, aire o gas. Así se consigue aumentar su poder de absorción, hasta alcanzar cotas excepcionales. Para hacernos una idea, en 500 gramos de carbón activo hay nada más y nada menos que 50 millones de poros.

Con la utilización de harina de carbón vegetal para elaborar pan, se consegue un alimento que se publicita como terapéutico para tratar y curar problemas intestinales. Seria, por tanto, una alternativa más sana para tratar estas dolencias o, al menos, un apoyo a los fármacos. El carbón vegetal activado, una vez ingerido, absorbe iones y moléculas hidrosolubles, gas intestinal y burbujas de aire presentes en el estómago y en el tracto intestinal. Quizá no sean tan dañinas como el arsénico que se tragó Bertand, pero si muy molestas y que provocan dolencias muy frecuentes entre la población.

Además, la harina de carbón vegetal podria utilizarse como elemento decorativo de panes, pastas y pasteles. Al mezclarse con la masa, se consegue realzar los colores de coberturas, rellenos y decoraciones.


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